
Manos en la obra Son las 5 de la madrugada, el sol se asoma tímido entre las montañas. Tengo las manos congeladas, los pies helados. El vapor del café sale condensado, visible, aromático, con las nubes apeñuscadas me recibe la luz del día, un gris extenso atraviesa la ciudad, suspiro como quien lo hace después de llorar toda la noche, se siente muy bien el suspiro antes de la batalla. El café antes de un día largo, adelantarse al sol y verlo salir. Dando vueltas en mi cabeza, recorro los pasillos que alcanzan la extensión de mi vida, hay pasillos oscuros por donde ya no paso, tengo varios marcos con imágenes que a veces voy a ver. Tienen algo de polvo, pero siguen en perfecto estado. Tengo un armario con prendas que ya no uso y las que uso aún no las tengo en ese armario. En el centro ubiqué una mesa muy grande, donde a veces revolotean algunos recuerdos, hay pasillos que no paran de llamarme, prefiero ignorarlos. Aun así en ocasiones no puedo evitar darme un paseo por ellos. Son ...